2021: el año del burnout

«Es esencial que recuerdes que la atención que le des a cualquier acción debe ser proporcional a su valor.»

Marco Aurelio

Burnout o síndrome del trabajador quemado, como aconseja la Fundéu que lo expresemos, es un cuadro de agotamiento físico y mental y cronificación del estrés laboral. Para mí ha sido un golpe que me ha llevado a cambiar muchas rutinas y ponerme límites.

El burnout no surge de la noche a la mañana ni después de una semana intensa de trabajo; es el resultado de unos hábitos laborales tóxicos y unas expectativas inalcanzables, la esclavitud del perfeccionismo y las exigencias (internas o externas); es el resultado de un entorno hostil que te da recompensas cada cierto tiempo para mantenerte en la rueda, casi como si fuésemos ratones de laboratorio. 

La pandemia ha agravado la situación y no han sido pocos los artículos aparecidos en prensa a lo largo del 2021 sobre el estrés laboral crónico.

Cuatro de cada diez trabajadores afirman haber sufrido el síndrome del trabajador quemado.

En mi caso, el burnout no empezó con la pandemia. Yo llegué a marzo de 2020 siendo consciente de que había perdido el control y me había perdido a mí misma entre las exigencias que me había estado imponiendo: nada parecía perfecto, nunca llegaba al objetivo, siempre tenía que mejorar algo… Por el camino, of course, no eran pocas las palabras de admiración: «qué capacidad de trabajo», «qué creativa eres», «me encantan tus clases»… Y así se fue alimentando mi ego hasta que ya no pude más.

En enero de 2019 empecé un camino por desaprender en el que no siempre tuve claro ni cuál era el problema ni qué tenía que cambiar. Me obligué a no hacer nada que tuviese que ver con el trabajo los sábados, a volver a hacer deporte (que había abandonado completamente) y a limitar el tiempo de redes sociales (que utilizaba para inspirarme y crear actividades de clase). Y entonces…

… una pandemia mundial nos manda a trabajar desde casa. Mi salón se convirtió en mi aula y yo, que tenía problemas para ponerme límites en el trabajo (sumado al caos que todos estábamos viviendo y la falta de medios), volví a trabajar de manera compulsiva. The neverending story.

Después de los aplausos llegó la realidad en la que estamos inmersos, de cambios constantes, crispación social, medidas atropelladas,… clases presenciales y virtuales, frío, incertidumbre… En fin, qué os voy a contar que no sepáis. Si no habéis acabado quemados el pasado 2021, os felicito. Probablemente tengáis vuestras prioridades bien alineadas y cuidéis vuestra salud mental adecuadamente.

Y así, con muchas más ideas rondándome la cabeza, voy a terminar este texto que me está costando mucho escribir porque mi cabeza se niega constantemente a funcionar cuando se huele un trabajo mínimamente intelectual. Menos mal que no me ha quitado la lectura (que sigue siendo uno de los hábitos que más me ayuda a relajarme).

Espero que estéis bien.

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